Dicen que ha llegado la primavera, aún este año lluvioso nos puede traicionar, en estos días tengo la gran suerte de poder disfrutar de la impresionante ciudad donde vivo, para explicarlo hay que remitirse al gran Antonio Gala que, magistralmente, despejaba las dudas cuando decía que el problema no es que los sevillanos digan que su ciudad es la más bonita del mundo, sino que puede que tengan razón. Estar orgulloso de donde uno viene es señal de honra a tus propias raíces, mientras que criticar ese chovinismo muestra debilidad y envidia por lo ajeno.
Los flamencos, que de estas cosas saben mucho, hablan de que la primavera despierta los sentidos y como si de un puchero se tratara los "rebuja" hasta levantar pasiones como se levanta el vello con las emociones. A mi la primavera me alegra porque me recuerda a mi infancia, aún estando tan lejos recuerdo perfectamente lo que pasa en estas fechas por esos lares almerienses, mi pueblo se engalana y vuelve a tener ese aire añejo a capital de provincia que sólo se disfruta una vez al año, en su Semana Santa.
Si por los sentidos tuviera que definirla, diría que la Semana Santa Turrera me huele a azahar e incienso, me suena a saeta y silencio y me sabe al dulce metal de mi trompeta y al amargo dolor de mis brazos cuando levanto a mi Dolorosa al cielo, pero he de reconocer que mirándola es como mejor se siente, viendo a nuestra virgen abrirle los brazos a su pueblo, viendo a las mujeres velando la Iglesia hasta el amanecer como hacía mi abuela, viendo la cruz a cuestas por las calles de Turre viejo, viendo la mantilla de "las Manolas" con sus velas en Viernes Santo, viendo la soledad de mi virgen en la noche más negra y viendo a Jose Antonio, en las corridas delante de su San Juan, gritando "vamos y para" como le enseñó su padre.
En Turre no se vuelve a casa por Navidad como diría el anuncio, cuando de verdad se vuelve es por Semana Santa, las calles están a rebosar, vuelve la vida a plazas y bares, es como si el pueblo floreciera también con el buen tiempo, la gente se reencuentra y habla de cómo les va en las frías y antipáticas ciudades, buscan la calidez de la villa que los vio nacer, a ellos o a sus padres o a sus abuelos o a sus novios o, incluso, a sus amigos, y es que ese es el sentimiento hospitalario que se respira y que todos disfrutamos como niños pequeños.
Estar orgulloso de tus raíces es una de las mejores cosas que le puede pasar a una persona en la vida, llevar por bandera siempre tu pueblo, por pequeño, perdido o feo que sea, que se te llene la boca al hablar de su gente y de sus costumbres no se puede definir con palabras, definitivamente es cierto que hay que sentirlo. Los turreros solemos decir que "en Semana Santa Turre es el pueblo más bonito del mundo" y, como diría Antonio Gala, el problema no es ese, es que problabemente tengamos razón.
Ginés Artero González en Sevilla, a 22 de Marzo del 2010.
para www.villadeturre.com
Los flamencos, que de estas cosas saben mucho, hablan de que la primavera despierta los sentidos y como si de un puchero se tratara los "rebuja" hasta levantar pasiones como se levanta el vello con las emociones. A mi la primavera me alegra porque me recuerda a mi infancia, aún estando tan lejos recuerdo perfectamente lo que pasa en estas fechas por esos lares almerienses, mi pueblo se engalana y vuelve a tener ese aire añejo a capital de provincia que sólo se disfruta una vez al año, en su Semana Santa.
Si por los sentidos tuviera que definirla, diría que la Semana Santa Turrera me huele a azahar e incienso, me suena a saeta y silencio y me sabe al dulce metal de mi trompeta y al amargo dolor de mis brazos cuando levanto a mi Dolorosa al cielo, pero he de reconocer que mirándola es como mejor se siente, viendo a nuestra virgen abrirle los brazos a su pueblo, viendo a las mujeres velando la Iglesia hasta el amanecer como hacía mi abuela, viendo la cruz a cuestas por las calles de Turre viejo, viendo la mantilla de "las Manolas" con sus velas en Viernes Santo, viendo la soledad de mi virgen en la noche más negra y viendo a Jose Antonio, en las corridas delante de su San Juan, gritando "vamos y para" como le enseñó su padre.
En Turre no se vuelve a casa por Navidad como diría el anuncio, cuando de verdad se vuelve es por Semana Santa, las calles están a rebosar, vuelve la vida a plazas y bares, es como si el pueblo floreciera también con el buen tiempo, la gente se reencuentra y habla de cómo les va en las frías y antipáticas ciudades, buscan la calidez de la villa que los vio nacer, a ellos o a sus padres o a sus abuelos o a sus novios o, incluso, a sus amigos, y es que ese es el sentimiento hospitalario que se respira y que todos disfrutamos como niños pequeños.
Estar orgulloso de tus raíces es una de las mejores cosas que le puede pasar a una persona en la vida, llevar por bandera siempre tu pueblo, por pequeño, perdido o feo que sea, que se te llene la boca al hablar de su gente y de sus costumbres no se puede definir con palabras, definitivamente es cierto que hay que sentirlo. Los turreros solemos decir que "en Semana Santa Turre es el pueblo más bonito del mundo" y, como diría Antonio Gala, el problema no es ese, es que problabemente tengamos razón.
Ginés Artero González en Sevilla, a 22 de Marzo del 2010.
para www.villadeturre.com